Capítulo 4.8: Bruna Burboise en el País de los Juguetes (Parte 2)
Caminamos por los inmensos pasillos por un rato y en uno de ellos había lo que parecía ser un closet y alguien tocaba la puerta por dentro. Parecía que gritaba pidiendo ayuda.
“Pratz, ve y abre el closet mientras yo trato de despertar a Miss Jinx ya me cansé de cargarla, dice que no come, pero pesa como si comiera una caja diaria de panes de nata del Da Silva”, dije tratándo de no caer al suelo por el cansancio de cargar a mi amiga.
“Ahaaa lo abriré, pero me da miedo, qué tal si nos sale algo feo weeey”, contestó la muñequita.
“Abrelo y no me contradigas o te mando al anaquel de Barbie “Fiesta en Hawai””.
“No, no, no weeey yo qué hago ahí, además los amigos de esas skanks son super gays y nooooo, ¡no más gays en mi vida!”
Abrío el closet y en el fondo encontramos a Elmo temblando de miedo. Era lo único que me faltaba, que esta travesía se convirtiera en un spin off del Mago de Oz. Con lo que odio a esa escuincla idiota de tacones rojos de fichera. De ninguna manera sería la Dorothy de esta historia.
“Qué haces ahí encerrado?”
“Tengo miedo…tengo miedo de salir del closet…”, contestó Elmo.
“Jajajajaja, weeeey pues no se si lo sepas, pero en realidad eso es lo único que te falta, porque de lo demás no hay ninguna duda…”, dijo Pratz.
“Es que un perro vino y me encerró aquí. No quiero salir y volver a encontrarmelo”.
“Ahhh ese debe de haber sido Dagger ¿Pero por qué le tienes miedo a ese remedo de perro? Ladra y ladra pero no hace nada. Yo de un boob kick lo sentaría en el piso”, repliqué mientras me veía las uñas, mi manicure estaba hecho pedazos.
“Eso quiere decir que si salgo de este closet tú me protegerás linda perrita?” contestó Elmo emocionado.
“Primero que nada soy Bruna Burboise, no “linda perrita” y segundo, estás bastante grandecito como para que alguien tenga que defenderte, pero haré lo posible, siempre y cuando hagas lo mismo que le pedí aquí a la chaparrita: SILENCE.”
Así que emprendimos camino de nuevo Miss Jinx, Pratz, Elmo y yo en busca del mentado Titiritero.
Al dar vuelta en el pasillo de los coches y las autopistas, una ambulancia estaba en la mitad del lugar y varios Playmobil policias se encontraban marcando lo que parecía ser la escena de un crímen. Al acercarnos a ver lo que sucedía mi sorpresa no pudo ser mayor cuando frente a nosotros estaba el cadáver de Dagger.
“¡Oh por Dios! ¡Es Dagger! Máldita sea y yo que quería tener el gusto de eliminarlo…¿Qué pasó oficial?”, pregunté a uno de los juguetitos ochentenos.
“Pues el ahora occiso cayó de la última repisa del anaquel y aún no sabemos si alguien lo aventó o fue un suicidio pues no hay marcas de violencia”, contestó el hombrecillo.
“¡Ay eso de volar por los cielos está muy de moda últimamente y en el caso de este perro capado no lo dudaría oficial, porque usted no está para saberlo, pero el muy atascado se metía hasta la bola disco en cuanto antro visitaba cada fin de semana. No dudo que en una alucinación haya enloquecido y se haya aventado. Tenía muchas cosas por las que sentirse paranoico”, repliqué con tono un poco venenoso.
“Brunaaaa qué horror weeeey! Cero y van dos que hacen lo mismo. Ahaaa juro que dejaré en paz a Kitty.”
“Ay nada de qué horror, al menos este se lo merecía. No me da nada de tristeza lo que le pasó. En esta vida mis niños, todo, absolutamente todo se regresa”, dije a la Pratz y a Elmo.
“Al que obra mal, se le pudre el tamal”, respondió Miss Jinx en cuanto despertó.
“No esperaba menos de ti Jinx, eres siempre la cereza en el pastel... Sigamos nuestro camino.”
“Esperen. ¿Usted es Bruna Burboise?”, preguntó Playmobil detective.
“Sí, soy yo. Y ya que lo sabes por favor se discreto pues no quiero escándalos”
“Señorita Burboise es que encontramos una nota en el bolsillo de Dagger que va dirigida a usted. Supongo que él sabía que lo encontraría tarde o temprano.”
“A ver deme acá. ¿Qué podría quererme decir este pelele?” y arrebaté al detective la nota.
Bruna,
Cuando leas esta nota es muy probable que yo ya no esté con vida. He traicionado a mi amo y señor por darte esta información y pagaré con mi vida por ello. Busca la puerta de salida detrás del Teatro Guiñol.
Siempre te amaré.
Dagger
“Si claro, cómo no! Por mí quédate con todo tu amor. Yo quiero salir de aquí, tengo cosas que hacer y ya me cansé de jugar a Dorothy”, me dije a mí misma y rompí en pedacitos el papel, mismos que tiré al aire mientras caminaba dejandolos regados en el piso.
“¿Y ahora a donde vamos Bruna?”, preguntó asustado Elmo.
“Vamos a encontrar al titiritero para poder salir de una vez de este lugar. Siganme”.
No puedo negar que no me dolió la muerte de Dagger, pues debo confesar que lo quise y mucho, pero siempre supe que no sabía lo que quería y que yo era un juego para él y ustedes saben muy bien que yo no soy el juego de nadie.
Al fin vimos al fondo de un pasillo el teatro guiñol que suponíamos era la morada del Titiritero.
Para llegar más rápido habíamos buscado un vehículo cada quién, mismos que dejamos atrás para no ser percibidos. Yo iba en la limosina de Barbie conducida por Ken “Tengo la suerte de conducir para bruna Burboise”, Miss Jinx en una moto, la Pratz en patines y Elmo en un trenecito chu-chu más lento que él mismo cuando trata de pensar.
“Este es el plan. Pratz y Elmo llegarán a preguntar por el Titiritero tratando de despistar a las muñecas de porcelana que custodian su teatro. Todo tienen que hacerlo con cuidado de no levantar sospechas pues mientras ustedes las distraen, Miss Jinx y yo nos meteremos al teatro por atrás”, expliqué en voz baja. “Si las muñecas se dieran cuenta, aplíquenles un judo chop en la cara y se les romperá”.
“¿Judo chop?”, preguntó asustado Elmo.
“Sí, como este!”, contesté al tiempo que le daba uno para que se callara.
“¡Ouch! Ahaaaaa, yo ya entendí Brunaaaa a mí no me pegues weeey”, reía la Pratz.
El plan se puso en marcha y todo salió bien. Nos logramos infiltrar en la parte de atrás del teatro. Miss Jinx y yo buscábamos en la oscuridad al Titiritero y comencé a sentir que alguien mos miraba.
“Miss Jinx tengo la impresión de que alguien nos observa”, dije mientras caminaba de puntitas para no hacer ruido, pero no obtuve respuesta. “¿Miss Jinx?”
Cuando volteé Miss Jinx estaba suspendida con hilos en sus 4 patitas y con un masking tape en la boca. El Titiritero la había convertido en títere. Intenté correr pero fue inútl, aquél personaje era inmenso. Me tomó del tallé, me pintó la cara como payaso y me hizo lo mismo que a Miss Jinx.
Mientras la Pratz y Elmo distraían a las muñecas fingiendo que estaban perdidos buscando el castillo de Disney, las luces se apagaron y se prendieron las del teatro. Desconcertados, Pratz y Elmo voltearon a ver qué sucedía. En ese momento Miss Jinx y yo salimos a escena colgadas y manejadas por el Titiritero.
“Miren nada más a quiénes tenemos aquí, a Bruna Burboise y a su comadrita. Muy bailadoras y contentas, con sus caritas llenas de felicidad. Pero es una lástima que esas sonrisitas coquetas vayan a desaparecer pues hoy morirán, JAJAJAJAJAJA”, narraba el Titiritero burlón.
“Elmoooo, tenemos que hacer algo weeeey”, susurró la Pratz mientras fingía ver el show.
“Pero qué vamos a hacer Pratz, nosotros no somos superhéroes, a esos los dejamos en su orgía dos pasillos atrás, no están en condiciones de defendernos”, contestó aterrado Elmo.
“Pues ya se que no, si no creas que no me dieron ganas de quedarme a la fiesta, pero tendremos que hacer algo nosotros. ¿Weeeey cómo dijo Bruna que había que pegarles a estas gordas?”
“Mmmm era algo del karate…pero no me acuerdo….”, dijo Elmo confudido.
“¡Judo chop! Eso era weeey. A ver tu primero dale a la que está junto a ti y yo a la mía, después brincamos al escenario y las rescatamos. ¿Estas listo?, contestó la Pratz decidida. “Es hora de ponernos rudos, yeah!!!!”.
El Titiritero seguía moviendonos a sus anchas y disfrutando de su espectáculo así que no se dio cuenta de cuando la Pratz y Elmo rompieron la cara (literalmente) de las muñecas guardianas. Al tomar el escenario, el Titiritero detuvo el show.
“¿Qué hacen ustedes aquí?, preguntó enojado.
“Ahaaaaa es que queremos bailar con tus títeres weeeey”, contestó la Pratz.
“Sí, eso, eso. Nos encanta bailar, ¿verdad Pratz?” apoyó Elmo.
“Mmm está bien pero quédense donde los pueda ver…”
Con una de sus uñas largas, la Pratz logró soltarme dos hilos y fue cuando me zafé. Liberé a Miss Jinx y el Titiritero gritaba furioso. Todos los juguetes de la audiencia se pusieron histéricos al ver que estaba apuntándonos con una pistola.
Los gritos y la histeria colectiva lo distraían. Al soltar dos disparos hirió a Comiditas y a Max Steel, quienes no se salvaron.
“Jamás te dejaré ir, antes te mataré. Es mi venganza. Por tu culpa tuv que matar a Dagger. Por tu culpa me dejó de querer. ¡¡¡Te odio!!!”, gritaba enloquecido.
Miss Jinx apareció después con varias pistolas de dardos a las que les pusimos nuestros dardos tranquilizantes y los disparamos contra él. Dos segundos después se desplomó encima de su teatro dejándolo en ruinas. Los juguetes volvieron a sus posiciones pues se escuchaban pasos a la distancia de los dueños de la juguetería. La salida estaba detrás del teatro como había dicho Dagger. Solo al final de su vida fue sincero.
“Apúrense, se tienen que ir”, dijo la Pratz.
“Gracias por todo chaparrita, ustedes dos fueron los verdaderos heroes de esta historia”, dije con humildad.
“¡¡No te preocupes por nosotros weeeey, los juguetes nos han condecorado y han decidido que seamos royalty aquí!!”
“¿De verdad? Elmo, te lo mereces, eres más valiente de lo que crees. Siempre recuerdalo”, dijo Miss Jinx.
“Si weeey ahora yo me dedicaré a rockear como la realeza y que Elmo se encargue de ser rey, jijiji”, Pratz brincaba en sus tanconcitos por todo el lugar. “Vayanse. Y vuelvan cuando quieran”
Salimos por la puerta y de pronto estabamos en casa. Como recuerdo de nuestra travesía nos quedaron dos réplicas perfectas de Elmo y la Pratz que aun descansan en nuestro cuarto de TV.
“Pratz, ve y abre el closet mientras yo trato de despertar a Miss Jinx ya me cansé de cargarla, dice que no come, pero pesa como si comiera una caja diaria de panes de nata del Da Silva”, dije tratándo de no caer al suelo por el cansancio de cargar a mi amiga.
“Ahaaa lo abriré, pero me da miedo, qué tal si nos sale algo feo weeey”, contestó la muñequita.
“Abrelo y no me contradigas o te mando al anaquel de Barbie “Fiesta en Hawai””.
“No, no, no weeey yo qué hago ahí, además los amigos de esas skanks son super gays y nooooo, ¡no más gays en mi vida!”
Abrío el closet y en el fondo encontramos a Elmo temblando de miedo. Era lo único que me faltaba, que esta travesía se convirtiera en un spin off del Mago de Oz. Con lo que odio a esa escuincla idiota de tacones rojos de fichera. De ninguna manera sería la Dorothy de esta historia.
“Qué haces ahí encerrado?”
“Tengo miedo…tengo miedo de salir del closet…”, contestó Elmo.
“Jajajajaja, weeeey pues no se si lo sepas, pero en realidad eso es lo único que te falta, porque de lo demás no hay ninguna duda…”, dijo Pratz.
“Es que un perro vino y me encerró aquí. No quiero salir y volver a encontrarmelo”.
“Ahhh ese debe de haber sido Dagger ¿Pero por qué le tienes miedo a ese remedo de perro? Ladra y ladra pero no hace nada. Yo de un boob kick lo sentaría en el piso”, repliqué mientras me veía las uñas, mi manicure estaba hecho pedazos.
“Eso quiere decir que si salgo de este closet tú me protegerás linda perrita?” contestó Elmo emocionado.
“Primero que nada soy Bruna Burboise, no “linda perrita” y segundo, estás bastante grandecito como para que alguien tenga que defenderte, pero haré lo posible, siempre y cuando hagas lo mismo que le pedí aquí a la chaparrita: SILENCE.”
Así que emprendimos camino de nuevo Miss Jinx, Pratz, Elmo y yo en busca del mentado Titiritero.
Al dar vuelta en el pasillo de los coches y las autopistas, una ambulancia estaba en la mitad del lugar y varios Playmobil policias se encontraban marcando lo que parecía ser la escena de un crímen. Al acercarnos a ver lo que sucedía mi sorpresa no pudo ser mayor cuando frente a nosotros estaba el cadáver de Dagger.
“¡Oh por Dios! ¡Es Dagger! Máldita sea y yo que quería tener el gusto de eliminarlo…¿Qué pasó oficial?”, pregunté a uno de los juguetitos ochentenos.
“Pues el ahora occiso cayó de la última repisa del anaquel y aún no sabemos si alguien lo aventó o fue un suicidio pues no hay marcas de violencia”, contestó el hombrecillo.
“¡Ay eso de volar por los cielos está muy de moda últimamente y en el caso de este perro capado no lo dudaría oficial, porque usted no está para saberlo, pero el muy atascado se metía hasta la bola disco en cuanto antro visitaba cada fin de semana. No dudo que en una alucinación haya enloquecido y se haya aventado. Tenía muchas cosas por las que sentirse paranoico”, repliqué con tono un poco venenoso.
“Brunaaaa qué horror weeeey! Cero y van dos que hacen lo mismo. Ahaaa juro que dejaré en paz a Kitty.”
“Ay nada de qué horror, al menos este se lo merecía. No me da nada de tristeza lo que le pasó. En esta vida mis niños, todo, absolutamente todo se regresa”, dije a la Pratz y a Elmo.
“Al que obra mal, se le pudre el tamal”, respondió Miss Jinx en cuanto despertó.
“No esperaba menos de ti Jinx, eres siempre la cereza en el pastel... Sigamos nuestro camino.”
“Esperen. ¿Usted es Bruna Burboise?”, preguntó Playmobil detective.
“Sí, soy yo. Y ya que lo sabes por favor se discreto pues no quiero escándalos”
“Señorita Burboise es que encontramos una nota en el bolsillo de Dagger que va dirigida a usted. Supongo que él sabía que lo encontraría tarde o temprano.”
“A ver deme acá. ¿Qué podría quererme decir este pelele?” y arrebaté al detective la nota.
Bruna,
Cuando leas esta nota es muy probable que yo ya no esté con vida. He traicionado a mi amo y señor por darte esta información y pagaré con mi vida por ello. Busca la puerta de salida detrás del Teatro Guiñol.
Siempre te amaré.
Dagger
“Si claro, cómo no! Por mí quédate con todo tu amor. Yo quiero salir de aquí, tengo cosas que hacer y ya me cansé de jugar a Dorothy”, me dije a mí misma y rompí en pedacitos el papel, mismos que tiré al aire mientras caminaba dejandolos regados en el piso.
“¿Y ahora a donde vamos Bruna?”, preguntó asustado Elmo.
“Vamos a encontrar al titiritero para poder salir de una vez de este lugar. Siganme”.
No puedo negar que no me dolió la muerte de Dagger, pues debo confesar que lo quise y mucho, pero siempre supe que no sabía lo que quería y que yo era un juego para él y ustedes saben muy bien que yo no soy el juego de nadie.
Al fin vimos al fondo de un pasillo el teatro guiñol que suponíamos era la morada del Titiritero.
Para llegar más rápido habíamos buscado un vehículo cada quién, mismos que dejamos atrás para no ser percibidos. Yo iba en la limosina de Barbie conducida por Ken “Tengo la suerte de conducir para bruna Burboise”, Miss Jinx en una moto, la Pratz en patines y Elmo en un trenecito chu-chu más lento que él mismo cuando trata de pensar.
“Este es el plan. Pratz y Elmo llegarán a preguntar por el Titiritero tratando de despistar a las muñecas de porcelana que custodian su teatro. Todo tienen que hacerlo con cuidado de no levantar sospechas pues mientras ustedes las distraen, Miss Jinx y yo nos meteremos al teatro por atrás”, expliqué en voz baja. “Si las muñecas se dieran cuenta, aplíquenles un judo chop en la cara y se les romperá”.
“¿Judo chop?”, preguntó asustado Elmo.
“Sí, como este!”, contesté al tiempo que le daba uno para que se callara.
“¡Ouch! Ahaaaaa, yo ya entendí Brunaaaa a mí no me pegues weeey”, reía la Pratz.
El plan se puso en marcha y todo salió bien. Nos logramos infiltrar en la parte de atrás del teatro. Miss Jinx y yo buscábamos en la oscuridad al Titiritero y comencé a sentir que alguien mos miraba.
“Miss Jinx tengo la impresión de que alguien nos observa”, dije mientras caminaba de puntitas para no hacer ruido, pero no obtuve respuesta. “¿Miss Jinx?”
Cuando volteé Miss Jinx estaba suspendida con hilos en sus 4 patitas y con un masking tape en la boca. El Titiritero la había convertido en títere. Intenté correr pero fue inútl, aquél personaje era inmenso. Me tomó del tallé, me pintó la cara como payaso y me hizo lo mismo que a Miss Jinx.
Mientras la Pratz y Elmo distraían a las muñecas fingiendo que estaban perdidos buscando el castillo de Disney, las luces se apagaron y se prendieron las del teatro. Desconcertados, Pratz y Elmo voltearon a ver qué sucedía. En ese momento Miss Jinx y yo salimos a escena colgadas y manejadas por el Titiritero.
“Miren nada más a quiénes tenemos aquí, a Bruna Burboise y a su comadrita. Muy bailadoras y contentas, con sus caritas llenas de felicidad. Pero es una lástima que esas sonrisitas coquetas vayan a desaparecer pues hoy morirán, JAJAJAJAJAJA”, narraba el Titiritero burlón.
“Elmoooo, tenemos que hacer algo weeeey”, susurró la Pratz mientras fingía ver el show.
“Pero qué vamos a hacer Pratz, nosotros no somos superhéroes, a esos los dejamos en su orgía dos pasillos atrás, no están en condiciones de defendernos”, contestó aterrado Elmo.
“Pues ya se que no, si no creas que no me dieron ganas de quedarme a la fiesta, pero tendremos que hacer algo nosotros. ¿Weeeey cómo dijo Bruna que había que pegarles a estas gordas?”
“Mmmm era algo del karate…pero no me acuerdo….”, dijo Elmo confudido.
“¡Judo chop! Eso era weeey. A ver tu primero dale a la que está junto a ti y yo a la mía, después brincamos al escenario y las rescatamos. ¿Estas listo?, contestó la Pratz decidida. “Es hora de ponernos rudos, yeah!!!!”.
El Titiritero seguía moviendonos a sus anchas y disfrutando de su espectáculo así que no se dio cuenta de cuando la Pratz y Elmo rompieron la cara (literalmente) de las muñecas guardianas. Al tomar el escenario, el Titiritero detuvo el show.
“¿Qué hacen ustedes aquí?, preguntó enojado.
“Ahaaaaa es que queremos bailar con tus títeres weeeey”, contestó la Pratz.
“Sí, eso, eso. Nos encanta bailar, ¿verdad Pratz?” apoyó Elmo.
“Mmm está bien pero quédense donde los pueda ver…”
Con una de sus uñas largas, la Pratz logró soltarme dos hilos y fue cuando me zafé. Liberé a Miss Jinx y el Titiritero gritaba furioso. Todos los juguetes de la audiencia se pusieron histéricos al ver que estaba apuntándonos con una pistola.
Los gritos y la histeria colectiva lo distraían. Al soltar dos disparos hirió a Comiditas y a Max Steel, quienes no se salvaron.
“Jamás te dejaré ir, antes te mataré. Es mi venganza. Por tu culpa tuv que matar a Dagger. Por tu culpa me dejó de querer. ¡¡¡Te odio!!!”, gritaba enloquecido.
Miss Jinx apareció después con varias pistolas de dardos a las que les pusimos nuestros dardos tranquilizantes y los disparamos contra él. Dos segundos después se desplomó encima de su teatro dejándolo en ruinas. Los juguetes volvieron a sus posiciones pues se escuchaban pasos a la distancia de los dueños de la juguetería. La salida estaba detrás del teatro como había dicho Dagger. Solo al final de su vida fue sincero.
“Apúrense, se tienen que ir”, dijo la Pratz.
“Gracias por todo chaparrita, ustedes dos fueron los verdaderos heroes de esta historia”, dije con humildad.
“¡¡No te preocupes por nosotros weeeey, los juguetes nos han condecorado y han decidido que seamos royalty aquí!!”
“¿De verdad? Elmo, te lo mereces, eres más valiente de lo que crees. Siempre recuerdalo”, dijo Miss Jinx.
“Si weeey ahora yo me dedicaré a rockear como la realeza y que Elmo se encargue de ser rey, jijiji”, Pratz brincaba en sus tanconcitos por todo el lugar. “Vayanse. Y vuelvan cuando quieran”
Salimos por la puerta y de pronto estabamos en casa. Como recuerdo de nuestra travesía nos quedaron dos réplicas perfectas de Elmo y la Pratz que aun descansan en nuestro cuarto de TV.
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