Capítulo 4.5: Quinceañera (Parte 1)
Estando de veraneo en Punta del Este con Miss Jinx nada me importaba mas que el sol, los martinis y el tiempo entre amigas. Necesitaba huír de la vorágine de la ciudad después de haber encerrado a E.Morsa. Poco después sucedieron algunas cosas que me quitaron la tranquilidad que siempre he defendido con recelo y por las que no creo en el amor, los arrumacos y las palabras bonitas. Al final, todo es igual.
Y es probable que noten un poco de rencor en mis palabras y por una vez en la vida los dejaré tener la razón. El punto es que estoy cansada. Por eso huí con mi incondicional amiga a este paraíso donde nadie nos molestó.
Tomaba el sol plácidamente y Madame La Rue llamó para darnos la nueva misión:
“Madame La Rue, ¿qué parte de no quiero que me molesten no entendiste?”, dije enojada.
“Lo siento Bruni, pero esto es importante. Tienes que ir a Los Angeles”.
“¿A una premiere? ¿Entrega de premios? ¿Cameo en alguna película?” contesté entusiasmada (solo eso podía devolverme la sonrisa).” Por cierto queridita, tengo un reclamo: cuando acepté salir en un episodio de Ugly Betty, me ofrecieron ropa de diseñador, pero nunca me dijeron que me darían ropa de la línea del obeso de Perez Hilton para Hot Topic. Mi papel era de una chica problema que hacía la vida imposible a Betty, no de una indigente!”
“Bruna, pero las chicas problema no se visten de Chanel, si entiendes ¿no?”, dijo irónica Miss Jinx.
“Si tu crees que por haberle hecho el favor a Salmita y aparecer en su show de porquería tenía yo que ser un cliché andante con ropa de ínfima categoría, estás muy equivocada. ¡Me niego a volverlo a hacer!”
“Relajate Bruna, nada de eso es la razón por la que irás a Los Angeles. Tienes que ir a custodiar a la sobrina del Alcalde Rovirosa, de Anaheim. Un tipo muy poderoso pero con muchos líos por la cuestión de los inmigrantes mexicanos. Al parecer es demasiado izquierdista para el gusto del actual gobernador.”
“Y la niñita que tiene que ver”, pregunté confundida.
“Bueno, pues ella está a punto de hacer sus XV Años y el Alcalde y su esposa serán los padrinos, pero temen que pueda haber un atentado”.
“¡Pero qué mal gusto! Los XV Años ya no se deberían de hacer. La gente fea tiene costumbres horribles como esa.”
“Y lo peor es que hasta quemadas salen las pobres niñas por hacer los bailes horrendos que les ponen con tal de que se luzcan”, replicó Miss Jinx.
“Pues si, pero tienen que ir. Ya arreglé con el Alcalde que ustedes sean parte del cortejo de la Quinceañera, serán sus damas.”
“¿¿¿QUEEEEEE???¡¡¡NOOOOOOO!!! ¡Me niego! ¡Absolutamente no! ¡Por mí que lo maten a él y a toda su prole, pero JAMÁS me verás de dama de nadie. ¡No nací para ser dama de nadie!” dije histérica.
Al ver el ataque de histeria que me dio, Miss Jinx amablemente me cacheteó para hacerme reaccionar.
“¡Bruna! Ante todo somos profesionales y estamos comprometidas con nuestros clientes. ¡Así que compórtate!”, gritó.
“Miss Jinx es que no lo entiendes…yo ya fui una quinceañera…por culpa de mi abuela Molly y mis tías Mika y Manuelupe, no son bonitos recuerdos.”
“Agarra tus cosas, tómate tus 30 pastillas y vámonos que el avión sale en unas horas”.
Ya más drogada resignada en el avión leí todo lo que pude sobre el Alcalde Rovirosa. Al parecer era un hombre intachable, con una carrera política consistente y siempre luchando por los derechos de los inmigrantes. A últimas fechas se había metido en controversias por el tema de la muralla que EU piensa erigir en la frontera con nuestro país.
Yo me pregunto, ¿qué tienen de malo mis mojaditos? Son la mejor ayuda en cuanto a trabajo pesado se refiere: en casa, en el jardín, en el campo, en las construcciones. We love our help!
Cuando llegamos al aeropuerto de Los Angeles una camioneta blindada nos esperaba. Una mujer bajó del vehículo y nos recibió. Su expresión era seria y llevaba lentes oscuros.
“Bienvenidas señoritas, en un momento estaremos saliendo al condado de Anaheim donde se reunirán con el Alcalde Rovirosa para que les de más detalle de la situación”, dijo la mujer.
“Ahh qué considerado mi Alcalde, nos mandó celebrities look-alikes para sentirnos como más en confiaza. Tú eres la de J.Lo, ¿cierto? ¡No puedo esperar a ver a la doble de Carmen Salinas con su cuerpo de tamal mal amarrado!”
“Bruna…no seas imprudente”, me pellizcó Miss Jinx.
“Se equivoca señorita, yo soy Julia, la asitente personal del Alcalde”.
“Bueno, pero no te ofendas reina, que te hice un favor. Malo que te hubiera dicho Ninel Conde”.
“Bruna, ya por favor…”, murmuró Miss Jinx apenada.
“E insisto en que le hice un favor, pero bueno. A ver. Julia, ¿verdad? Sube las maletas y vámonos que tengo mucho calor”.
Mientras ibamos en el coche veía cómo se alejaba de nosotros la ciudad que suelo visitar de cuando en cuando en busca de reflectores y poco a poco todo se tornaba más común. Los suburbios aparecían, las SUVs de señoras con niños, la vida común comenzaba a tomar forma.
Llegamos a casa del Alcalde. Aquello era una reproducción de una Hacienda mexicana pero al estilo gringo evidentemente. El Alcalde podía ser todo un luchador social, pero buen gusto no tenía y después de ver a su esposa lo confirmé: “La Criada bien Criada” reencarnó en ella, con todo y el pelo negro chinisimo y con frizz y el lipstick rojo en el diente.
Julia nos presentó a la señora, pues el Alcalde no llegaría sino hasta más tarde a la cena.
“Señora, encantada de conocerla. Hermoso hupil por cierto, lo compró con nuestras artesanas en Chiapas, ¿cierto?”
“Ay no mana, si no puedo salir del país, mi residencia aun no está finalizada, aun estando casada con mi baquetón, ¿tu crees?”, contestó jocosa. “Lo compré acá en la boutique de mi comadre Estelita, de hecho les compré uno a cada una con todo y accesorios para la cena de esta noche con mi marido, ¡ojalá que les gusten chamacas!l”.
“Muero por que llegue el momento de probarmelo, señora.”
“Ay no mija, señora no, si soy apenas unos años mayor que tu, llámame Conchita.”
“De acuerdo…Conchita”, dije pausadamente. “Miss Jinx sácame de aquí por favor, me estoy mordiendo la lengua para no decirle algo horrible, su pelo me tiene hipnotizada…”
“Si nos disculpan, quisieramos recostarnos un rato, el viaje nos ha dejado un poco cansadas.”
“Ay pasenle mijitas, pasenle, están en su muy humilde casa,” dijo Conchita extendiendo los brazos tan largos como pudo marcar que su casa era inmensa.
Miss Jinx tuvo que hacer gala de sus dotes de masajista para poderme quitar el nudo que tenía en la espalda de la tensión que me había causado el encuentro con Señorita Jocosidad Mexicana 2008.
Nuestro cuarto era un espanto. Ya mencioné que esto era una reproducción a la gringa de una Hacienda. Bueno, pues a eso hay que sumarle colores chillones mal combinados y además motivos “mexicanos” en la pared. Los muebles eran todos de herrería y madera. Y las cortinas combinaban con la colcha de la cama. Sí, colcha. No edredón. Parecía que estábamos en el peor hotel de paso de Tijuana.
Descansamos por un rato y nos citaron para cenar un par de horas después. Abrí el closet para ver el bendito vestido que Conchita nos había dejado. Los accesorios estaban de terror así que me imaginaba algo peor y no me equivoque.
“Miss Jinx no me puedo poner esto. ¿Es una broma cierto? Esta señora no puede estar hablando en serio…”dije sorpendida.
“¿Bruna acaso no la viste? “Es un alebrije con patas y boca. Es más estrafalaria que cualquiera de tus tías”, contestó Miss Jinx.
“¿Por qué crees que las evito lo más posible? Ay Diosito, nunca te pido favores porque todo me sale bien siempre, pero por favor que nadie nos vea vestidas así.”
Cuando me vi en el espejo no podía más que sentirme humillada: vestida con un huipil blanco con todos los bordados en rosa mexicano y amarillo canario, aretes inmensos de color dorado fake, collares de colores chillones y sandalias blancas sin ningún tipo de altura añadida. El maquillaje tenía que ser tenue pero del coraje se me pasó la mano y encima de todo tuve que ponerme un moño gigante color rojo con una trenza postiza. Me veía espantosa. Y no dejé a Miss Jinx verse mejor, así que imagínen el cuadro.
Un detalle que nadie nos comunicó fue que la cena era más bien una celebración en nuestro nombre. No cenaríamos únicamente con el Alcalde. Y pensándolo bien, ¿cómo se me pudo haber ocurrido tal tontería, si por supuesto la Conchita esta tenía planeado un fiestón mexicano para presumir que la internacionalmente conocida Bruna Burboise se hospedaba en su casa?
Así que bajamos muy quitadas de la pena y cuando nos dimos cuenta, lo más selecto de la sociedad latina californiana nos aplaudía mientras bajábamos las escaleras y nosotras vestidas como piñatas humanas….esa Conchita me las iba a pagar. Una despelucada de menos le daría. Lo juro.
Y es probable que noten un poco de rencor en mis palabras y por una vez en la vida los dejaré tener la razón. El punto es que estoy cansada. Por eso huí con mi incondicional amiga a este paraíso donde nadie nos molestó.
Tomaba el sol plácidamente y Madame La Rue llamó para darnos la nueva misión:
“Madame La Rue, ¿qué parte de no quiero que me molesten no entendiste?”, dije enojada.
“Lo siento Bruni, pero esto es importante. Tienes que ir a Los Angeles”.
“¿A una premiere? ¿Entrega de premios? ¿Cameo en alguna película?” contesté entusiasmada (solo eso podía devolverme la sonrisa).” Por cierto queridita, tengo un reclamo: cuando acepté salir en un episodio de Ugly Betty, me ofrecieron ropa de diseñador, pero nunca me dijeron que me darían ropa de la línea del obeso de Perez Hilton para Hot Topic. Mi papel era de una chica problema que hacía la vida imposible a Betty, no de una indigente!”
“Bruna, pero las chicas problema no se visten de Chanel, si entiendes ¿no?”, dijo irónica Miss Jinx.
“Si tu crees que por haberle hecho el favor a Salmita y aparecer en su show de porquería tenía yo que ser un cliché andante con ropa de ínfima categoría, estás muy equivocada. ¡Me niego a volverlo a hacer!”
“Relajate Bruna, nada de eso es la razón por la que irás a Los Angeles. Tienes que ir a custodiar a la sobrina del Alcalde Rovirosa, de Anaheim. Un tipo muy poderoso pero con muchos líos por la cuestión de los inmigrantes mexicanos. Al parecer es demasiado izquierdista para el gusto del actual gobernador.”
“Y la niñita que tiene que ver”, pregunté confundida.
“Bueno, pues ella está a punto de hacer sus XV Años y el Alcalde y su esposa serán los padrinos, pero temen que pueda haber un atentado”.
“¡Pero qué mal gusto! Los XV Años ya no se deberían de hacer. La gente fea tiene costumbres horribles como esa.”
“Y lo peor es que hasta quemadas salen las pobres niñas por hacer los bailes horrendos que les ponen con tal de que se luzcan”, replicó Miss Jinx.
“Pues si, pero tienen que ir. Ya arreglé con el Alcalde que ustedes sean parte del cortejo de la Quinceañera, serán sus damas.”
“¿¿¿QUEEEEEE???¡¡¡NOOOOOOO!!! ¡Me niego! ¡Absolutamente no! ¡Por mí que lo maten a él y a toda su prole, pero JAMÁS me verás de dama de nadie. ¡No nací para ser dama de nadie!” dije histérica.
Al ver el ataque de histeria que me dio, Miss Jinx amablemente me cacheteó para hacerme reaccionar.
“¡Bruna! Ante todo somos profesionales y estamos comprometidas con nuestros clientes. ¡Así que compórtate!”, gritó.
“Miss Jinx es que no lo entiendes…yo ya fui una quinceañera…por culpa de mi abuela Molly y mis tías Mika y Manuelupe, no son bonitos recuerdos.”
“Agarra tus cosas, tómate tus 30 pastillas y vámonos que el avión sale en unas horas”.
Ya más drogada resignada en el avión leí todo lo que pude sobre el Alcalde Rovirosa. Al parecer era un hombre intachable, con una carrera política consistente y siempre luchando por los derechos de los inmigrantes. A últimas fechas se había metido en controversias por el tema de la muralla que EU piensa erigir en la frontera con nuestro país.
Yo me pregunto, ¿qué tienen de malo mis mojaditos? Son la mejor ayuda en cuanto a trabajo pesado se refiere: en casa, en el jardín, en el campo, en las construcciones. We love our help!
Cuando llegamos al aeropuerto de Los Angeles una camioneta blindada nos esperaba. Una mujer bajó del vehículo y nos recibió. Su expresión era seria y llevaba lentes oscuros.
“Bienvenidas señoritas, en un momento estaremos saliendo al condado de Anaheim donde se reunirán con el Alcalde Rovirosa para que les de más detalle de la situación”, dijo la mujer.
“Ahh qué considerado mi Alcalde, nos mandó celebrities look-alikes para sentirnos como más en confiaza. Tú eres la de J.Lo, ¿cierto? ¡No puedo esperar a ver a la doble de Carmen Salinas con su cuerpo de tamal mal amarrado!”
“Bruna…no seas imprudente”, me pellizcó Miss Jinx.
“Se equivoca señorita, yo soy Julia, la asitente personal del Alcalde”.
“Bueno, pero no te ofendas reina, que te hice un favor. Malo que te hubiera dicho Ninel Conde”.
“Bruna, ya por favor…”, murmuró Miss Jinx apenada.
“E insisto en que le hice un favor, pero bueno. A ver. Julia, ¿verdad? Sube las maletas y vámonos que tengo mucho calor”.
Mientras ibamos en el coche veía cómo se alejaba de nosotros la ciudad que suelo visitar de cuando en cuando en busca de reflectores y poco a poco todo se tornaba más común. Los suburbios aparecían, las SUVs de señoras con niños, la vida común comenzaba a tomar forma.
Llegamos a casa del Alcalde. Aquello era una reproducción de una Hacienda mexicana pero al estilo gringo evidentemente. El Alcalde podía ser todo un luchador social, pero buen gusto no tenía y después de ver a su esposa lo confirmé: “La Criada bien Criada” reencarnó en ella, con todo y el pelo negro chinisimo y con frizz y el lipstick rojo en el diente.
Julia nos presentó a la señora, pues el Alcalde no llegaría sino hasta más tarde a la cena.
“Señora, encantada de conocerla. Hermoso hupil por cierto, lo compró con nuestras artesanas en Chiapas, ¿cierto?”
“Ay no mana, si no puedo salir del país, mi residencia aun no está finalizada, aun estando casada con mi baquetón, ¿tu crees?”, contestó jocosa. “Lo compré acá en la boutique de mi comadre Estelita, de hecho les compré uno a cada una con todo y accesorios para la cena de esta noche con mi marido, ¡ojalá que les gusten chamacas!l”.
“Muero por que llegue el momento de probarmelo, señora.”
“Ay no mija, señora no, si soy apenas unos años mayor que tu, llámame Conchita.”
“De acuerdo…Conchita”, dije pausadamente. “Miss Jinx sácame de aquí por favor, me estoy mordiendo la lengua para no decirle algo horrible, su pelo me tiene hipnotizada…”
“Si nos disculpan, quisieramos recostarnos un rato, el viaje nos ha dejado un poco cansadas.”
“Ay pasenle mijitas, pasenle, están en su muy humilde casa,” dijo Conchita extendiendo los brazos tan largos como pudo marcar que su casa era inmensa.
Miss Jinx tuvo que hacer gala de sus dotes de masajista para poderme quitar el nudo que tenía en la espalda de la tensión que me había causado el encuentro con Señorita Jocosidad Mexicana 2008.
Nuestro cuarto era un espanto. Ya mencioné que esto era una reproducción a la gringa de una Hacienda. Bueno, pues a eso hay que sumarle colores chillones mal combinados y además motivos “mexicanos” en la pared. Los muebles eran todos de herrería y madera. Y las cortinas combinaban con la colcha de la cama. Sí, colcha. No edredón. Parecía que estábamos en el peor hotel de paso de Tijuana.
Descansamos por un rato y nos citaron para cenar un par de horas después. Abrí el closet para ver el bendito vestido que Conchita nos había dejado. Los accesorios estaban de terror así que me imaginaba algo peor y no me equivoque.
“Miss Jinx no me puedo poner esto. ¿Es una broma cierto? Esta señora no puede estar hablando en serio…”dije sorpendida.
“¿Bruna acaso no la viste? “Es un alebrije con patas y boca. Es más estrafalaria que cualquiera de tus tías”, contestó Miss Jinx.
“¿Por qué crees que las evito lo más posible? Ay Diosito, nunca te pido favores porque todo me sale bien siempre, pero por favor que nadie nos vea vestidas así.”
Cuando me vi en el espejo no podía más que sentirme humillada: vestida con un huipil blanco con todos los bordados en rosa mexicano y amarillo canario, aretes inmensos de color dorado fake, collares de colores chillones y sandalias blancas sin ningún tipo de altura añadida. El maquillaje tenía que ser tenue pero del coraje se me pasó la mano y encima de todo tuve que ponerme un moño gigante color rojo con una trenza postiza. Me veía espantosa. Y no dejé a Miss Jinx verse mejor, así que imagínen el cuadro.
Un detalle que nadie nos comunicó fue que la cena era más bien una celebración en nuestro nombre. No cenaríamos únicamente con el Alcalde. Y pensándolo bien, ¿cómo se me pudo haber ocurrido tal tontería, si por supuesto la Conchita esta tenía planeado un fiestón mexicano para presumir que la internacionalmente conocida Bruna Burboise se hospedaba en su casa?
Así que bajamos muy quitadas de la pena y cuando nos dimos cuenta, lo más selecto de la sociedad latina californiana nos aplaudía mientras bajábamos las escaleras y nosotras vestidas como piñatas humanas….esa Conchita me las iba a pagar. Una despelucada de menos le daría. Lo juro.
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